«Eres, cuando despierto lo primero, eso eres
Eres. Café Tacuba
Lo que a mi vida le hace falta si no vienes
Lo único, preciosa, que mi mente habita hoy»
Es la alarma del teléfono celular lo que nos despierta en la mañana, quizá sea lo primero que veamos al empezar cada día y lo último que comprobamos antes de dormir. Hace unos pocos años ese lugar correspondía a otras cosas, y más allá de juzgar este hecho, vale la pena reflexionar sobre lo que significa. Abrazamos la meta de la conectividad total casi sin darnos cuenta; técnicamente se hizo posible, pero eso no significa que sea un estado deseable para todos. Hemos llegado a un punto en que el aumento de nuestro consumo de información es tal, que se hace necesario ponerse a dieta.
Comidas cada vez más rápidas
Hamburguesas en Tokio, Beirut, o Luanda; sushi en Madrid, Bogotá, Kampala; la manera como nos alimentamos ha sufrido una transformación profunda en los últimos años. La globalización de ciertos productos y la industria de los alimentos, ha llevado a que la dieta de una buena porción de la humanidad se transforme. El resultado ha sido el aumento de la obesidad y las enfermedades asociadas a ella, por eso muchas personas se esfuerzan por tomar el control de su alimentación e incorporar hábitos saludables. En el caso de nuestro consumo digital vendría bien un razonamiento semejante.
El internet, las redes sociales y la proliferación de teléfonos inteligentes, produjeron una transformación gigantesca sobre nuestras vidas, y nos conducen a un grado cada vez mayor de dependencia en el que, como ha mostrado Tristan Harris, gradualmente perdemos el control sobre nuestros dispositivos, que terminan decidiendo por nosotros acerca de qué es lo que nos importa. El tiempo que pasamos conectados aumenta sin parar y es frecuente que al preguntar cuánto tiempo diario cree que le dedica a su teléfono, las personas respondan: demasiado.
En nuestra vida de conexión total, estamos expuestos de forma ininterrumpida al flujo de información, consumiendo todo tipo de cosas a una velocidad de vértigo. Algunas de ellas son equivalentes a la comida basura, mientras que otras pueden ser sumamente nutritivas. Sin embargo, así como alimentarse exclusivamente de comida basura termina por enfermarnos, comer verduras orgánicas todo el día tampoco es la mejor opción. En consecuencia, el consumo digital permanente no parece ser precisamente la idea más saludable, disponemos de evidencia creciente respecto a los problemas físicos y de salud mental derivados de estas conductas, así que se trata de algo que merece nuestra atención.
¿Por dónde podemos empezar?
Podemos encontrar muchas recomendaciones al respecto, e incluso algunas experiencias de dieta digital, como la que publicó en su Blog Marianne Díaz Hernández, en general podríamos empezar a trabajar sobre cuatro puntos básicos:
- Tome conciencia del tiempo que gasta en línea. Su tiempo es su mayor riqueza, así que conviene mantener el control sobre la manera en que lo gasta,
- Asigne tiempos fijos a las diferentes actividades que realice en línea y ajústese a ellos. Incluso ciertas herramientas tecnológicas pueden ayudarle a lograrlo.
- Establezca periodos de desconexión, por ejemplo, durante las comidas o mientras comparte tiempo con sus familiares o amigos.
- Programe espacios de desconexión total, puede ser un día, o un fin de semana completo sin dispositivos. Al hacerlo quizá descubra cosas sobre la forma específica en que se relaciona con la tecnología.
En últimas, en un contexto en que tanto lo banal como lo importante reclama nuestra atención inmediata, conviene pensar por un momento sobre qué es lo que realmente nos importa, de manera que podamos seguir siendo capaces de distinguirlo de todo lo demás. De otro modo puede ocurrir que la canción de Café Tacuba acabe por evocarnos el teléfono celular.
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