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Historias en movimiento

Tiempo de lectura: 3 minutos

«Pambelé tu eres orgullo

de tu pueblo colombiano

y del mío que es muy tuyo

El pueblo venezolano.»

Pambelé – Carlos Guerra

Victor Piñero fue célebre en vida y muerte. No en vano muchos artistas dicen querer morir como él, en medio de un show. Nacido en Caracas en 1923, fue quizá una de las voces más recordadas del grupo «los Melódicos». El público lo coronó como «El rey del merecumbé», ritmo creado por Pacho Galán de la fusión del merengue dominicano y la cumbia.

En ese ritmo, Los Melódicos grabaron el Tema «Pambelé». Un homenaje al gran boxeador que se fue para Venezuela en el 67, luego de ser sancionado, en el colmo del fracaso, por apostar contra sí mismo. Sería en la cuerda de Ramiro Machado donde hallaría el camino al éxito. Muchos colombianos como él fueron en estos años al país vecino a buscar fortuna, atraídos por el bum petrolero. En esa misma década, el de Palenque de la mano de «Tabaquito» Sanz, se convertía en leyenda para dos países hermanos.

De fronteras y prejuicios

Estas historias nos muestran cuan absurdas y artificiales son las fronteras, y cómo personas e ideas se enriquecen producto del contacto con lo diverso. Por desgracia esto no siempre es evidente, hay épocas en las que los contextos y los imaginarios sociales construyen ambientes cargados de discriminación y violencia. A veces sin notarlo, se convierte al otro en un «problema».

Hace pocos días, a propósito de la conmemoración del día mundial de la Diversidad Cultural, preparamos para el Área Cultural del Banco de la república el taller Historias en movimiento. Se trató de un espacio para hablar sobre la importancia del tránsito de personas e ideas en la construcción de las sociedades. Allí se propuso una reflexión acerca de nuestros imaginarios sobre los inmigrantes colombianos, así como una revisión sobre la manera como hemos visto a los extranjeros que han venido al país desde el siglo XIX, en especial como resultado de la diáspora árabe.

La conversación puso en evidencia la existencia de ciertas formas tradicionales de violencia y discriminación contra los migrantes, así como la fuerza de los discursos que los convierten en una amenaza o un problema. Así mismo, se demostró la necesidad de impulsar espacios dirigidos a pensar la migración desde otra perspectiva, a mediar de otras maneras esos procesos sociales que forman parte de la historia de todos los países.

Espacios como nuestro taller o la conferencia de Nadia García Sicard, donde se exploraron las razones que llevan a ver la migración venezolana como un problema, contribuyen a que los ciudadanos podamos enfocar el fenómeno de una manera nueva. Además, nos advierten sobre el peso que tienen ciertos prejuicios sobre nuestra comprensión de la realidad. Se trata de una reflexión urgente, sobre todo porque los grandes medios y muchos líderes políticos, de forma deliberada, construyen una narrativa que hace del migrante una amenaza. Con ello, no hacen más que crear barreras adicionales a la integración de estas personas en la sociedad.

Otros puntos de vista

Que bueno que se multipliquen los espacios para hablar sobre migración, para recordar la manera en la que estos procesos aportan al desarrollo de las sociedades. Esto puede darnos la oportunidad de tomar distancia de los discursos que azuzan el miedo e invitan al odio frente al que es diferente. Eso a pesar de que seamos tan parecidos.

Un poco de empatía nos vendría bien, recordar la migración de los millones de colombianos -quizá familiares, amigos o incluso nosotros mismos- y a partir de allí preguntarnos sobre qué significó estar en una sociedad distinta a la nuestra. Qué cosas hacen sentir mejor, y qué lastima. Por otra parte, necesitamos escuchar la voz de los migrantes, buscar su punto de vista para poder comprender su experiencia. Sus esperanzas, sus anhelos, su emociones, con toda seguridad son muy semejantes a las nuestras.

Pienso que lo que hagamos como sociedad -y no solo los gobiernos- influirá en el resultado. Como sostuvo la profesora García, necesitaremos definir qué vamos a hacer para integrar a las personas y evitar prolongar su condición de desterrados. En últimas, la esperanza del migrante que llega hoy a buscar una oportunidad, no es muy diferente a la que debía albergar Antonio Cervantes al llegar a Venezuela a buscarse la vida con los puños.

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