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Alimentación emocional

Tiempo de lectura: 3 minutos

«Y olvidamos el sabor del pan, la melodía de los árboles, la suavidad de la caricia, y olvidamos hasta nuestro nombre»

-Gollum, El señor de los anillos: el retorno del rey

Conducta alimentaria, salud y emocionalidad

Nuestra relación con la comida va mucho más allá de satisfacer una necesidad fisiológica básica. Alrededor de los alimentos aprendemos normas culturales, surgen espacios de socialización y experimentamos placer. La alimentación es una experiencia social y cultural que permite afianzar la conexión con otras personas y que se acompaña de estados emocionales y afectivos.

En ocasiones consumimos alimentos porque experimentamos estrés, ansiedad, tristeza o soledad, más no porque tengamos hambre.  También, sucede que lo hacemos con el objetivo de sentirnos más tranquilos o felices. Cuando actuamos de esta forma, estamos llevando a cabo un patrón maladaptativo conocido como alimentación emocional, que puntualmente se refiere a un tipo de conducta alimentaria que ocurre como respuesta a estados emocionales (Christensen, 2019).

Aunque se pensaba que este patrón se encontraba únicamente en personas con trastornos de la conducta alimentaria se ha descrito también en personas con sobrepeso y obesidad (Geliebter & Aversa, 2003). Lo autores explican que, en estos dos grupos, los individuos tienen una tendencia a seleccionar alimentos con alto aporte calórico, pero bajo valor nutricional.

También, se creía que la alimentación emocional respondía únicamente a emociones desagradables como la tristeza o la ansiedad. No obstante, Bennett y colaboradores (2013) reportaron que esta conducta también se presenta como respuesta a emociones agradables. Por ejemplo, algunos jóvenes que participaron en su estudio referían que comían demás cuando se sentían muy felices.

Un factor de riesgo

Las psicólogas Daniela Stefany Villamizar Serrano y Jessica Lizeth Pinzón Ardila investigaron la alimentación emocional en personas con normopeso, sobrepeso y obesidad que no tuvieran asociado un diagnóstico psiquiátrico. Sus hallazgos mostraron que el mismo patrón se presentaba también en el grupo de normopeso. De este modo, afirman las autoras, podría pensarse que alimentación emocional no es característica exclusivamente de personas con problemas de salud, pero si podría considerarse un factor de riesgo.

Además, encontraron que algunos estilos de afrontamiento al estrés están asociados de forma importante con la alimentación emocional. Los más representativos fueron la evitación y la inhibición emocional. Es decir, personas con tendencia a evadir los problemas y a reprimir las emociones suelen tener niveles más altos de alimentación emocional.  

Por esta razón, es importante que conozcamos nuestra conducta alimentaria. Podemos comprobar si tenemos un patrón de alimentación emocional respondiendo a las siguientes preguntas:

  • ¿Lo que estoy experimentando es hambre?
  • ¿Tiendo a comer más cuando me siento estresado/a?
  • ¿Consumo alimentos para sentirme mejor a nivel emocional?
  • ¿Suelo consumir alimentos cuando no tengo hambre o cuando estoy llena/o?
  • ¿Sufro impulsos o “muchas ganas de comer” un tipo específico de comida cuando estoy estresada/o?

Adicionalmente, Pinzón-Ardila (2021) recomienda que practiquemos la autoconciencia emocional, es decir, que aprendamos a identificar nuestros propios estados afectivos y las sensaciones que éstos causan. De esta forma, será más sencillo diferenciarlos de las señales fisiológicas asociadas al hambre.

Igualmente, es útil que flexibilicemos nuestras estrategias de afrontamiento, así la comida no será la única forma de lidiar con las situaciones estresantes o con estados emocionales que nos resultan desagradables:

«Es necesario que las personas aumenten las actividades agradables, mejoren el contacto con sus redes de apoyo y aprendan estrategias más adaptativas como la distracción y la solución de problemas, esto hará que no sean propensas a usar la alimentación emocional»

(Villamizar-Serrano, 2021).

Referencias

  • Bennett, J., Greene, G., & Schwartz-Barcottb, D. (2013). Perceptions of emotional eating behavior. A qualitative study of college students. Appetite, 60(1), 187-192.
  • Christensen, K. (2019). Emotional feeding as interpersonal emotion regulation: A developmental risk factor for binge‐eating behaviors. International Journal of Eating Disorders, 52, 515– 519. https://doi.org/10.1002/eat.23044
  • Geliebter, A., & Aversa, A. (2003). Emotional eating in overweight, normal weight, and underweight individuals. Eating Behaviors, 3(4), 341-347.
  • Villamizar-Serrano, D., & Pinzón-Ardila, J. (2021). Estudio correlacional sobre alimentación emocional, estrategias de afrontamiento, y ansiedad en personas con normopeso, sobrepeso y obesidad. (Tesis de pregrado). Facultad de Psicología, Universidad Pontificia Bolivariana, Bucaramanga.
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