Close up shot of cute young brunette woman in her twenties sitting in bedroom with white pillow on her lap, keeping hands on her cheeks while thinking over some problem with unhappy worried expression

Soy culpable

Tiempo de lectura: 3 minutos

«Aprendemos a ser humanos al saber que lo que nosotros sentimos, también lo sienten otros»

Malcolm Pines

Los seres humanos experimentamos culpa; es una emoción que nos permite convivir con otros, pues nos señala cuando estamos por hacerle daño a alguien o cuando en efecto, ya lo hemos causado. Sin embargo, la culpa puede vivirse de forma crónica y desproporcionada causando un alto grado de malestar emocional.

Gilbert (2009) menciona que experimentar intensos sentimientos de culpabilidad es uno de los síntomas afectivos de la depresión y que en la ansiedad, suele reforzar las conductas de evitación que llevan a las personas a aislarse y dejar abandonadas sus actividades. En esta entrada reflexionaremos sobre las funciones sociales y psicológicas de la culpa y señalaremos cuando este sentimiento puede ser problemático. 

¿Sirve de algo sentirnos culpables?

Como mencionamos, la culpa es una emoción que nos ayuda a velar por el bienestar de las otras personas. Por tanto, en las comunidades, facilita la adopción de normas y el aprendizaje de patrones de socialización. También, cuando causamos daño, sentirnos culpables estimula la necesidad de reparar o enmendar de alguna forma nuestros errores (Gilbert, 2005). Así, se facilita que los lazos en las comunidades puedan subsistir pese a que a veces nos causemos dolor. 

Zahn-Walker (1992) afirma que la culpa ha sido una emoción mal entendida, muchas veces señalada como indeseable; el error consiste en confundirla con la culpabilización y la autocrítica excesiva. No sentir culpa en absoluto también es problemático, sin ella, no es posible desarrollar conductas prosociales. De hecho, la dificultad para experimentar culpa se ha asociado con la aparición de problemas graves de la conducta, incluyendo comportamientos antisociales. 

Reparar y comprometerse

Para gestionar la culpa es importante reconocer el daño causado y procurar enmendarlo. Andrew Clark (2012) nos recomienda los siguientes pasos: 

  • Reconocer que nuestras acciones han provocado dolor o malestar en la otra persona.
  • Identificar las consecuencias negativas de nuestras acciones en la vida de la otra persona.
  • Definir el grado real de nuestra responsabilidad: se trata de hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones, no de los comportamientos de los otros.  
  • Dialogar con la persona afectada: es conveniente expresar de forma sincera nuestro arrepentimiento y preguntar por posibles formas de reparación. 
  • Ser compasivos con nosotros mismos y perdonarnos: esto no significa que busquemos excusas, para nuestras acciones, pero sí que asumamos que como humanos nos equivocamos. Si esto nos cuesta mucho, podemos practicar la compasión a través del mindfulness. 

¿Terapia psicológica para la culpa?

Si, a veces puede ser altamente recomendable ir a terapia, de hecho puede ser la estrategia necesaria para prevenir problemas de salud mental.  Los sentimientos de culpa se vuelven una amenaza para nuestro bienestar cuando son desproporcionados.  Esto ocurre, o bien cuando el sentimiento es exagerado en relación con el daño que causamos o, cuando en realidad no hemos hecho nada, pero nos sentimos culpables por pensar o imaginar algo que consideramos moralmente reprochable. 

Veamos el ejemplo de Esteban, a pesar de correr para llegar a tiempo a su cita con Carla, se le ha hecho tarde. Una vez se encuentra con ella, ofrece disculpas y aunque Carla está algo molesta pronto se olvida de su incomodidad y acepta las disculpas. Esteban, para compensar la invita a cenar. Por la noche, Esteban no puede dormir, se queda pensando en que ha hecho pasar a Carla un mal rato, se juzga y se siente muy mal consigo mismo. 

Amelia, por su parte, tiene programadas varias reuniones con su jefa, estos encuentros son aburridos y algo estresantes. La noche anterior a la primera reunión, Amelia piensa que si su jefa amaneciera enferma, su semana sería enteramente diferente ¡adiós reuniones! . Inmediatamente después, Amelia se siente fatal ¿cómo he podido pensar así? la culpa la invade. 

En el primer caso, el error cometido por Esteban no amerita que él se desvele y continúe sintiéndose mal, si el daño ya fue enmendado y la situación no pasó a mayores ¿por qué sigue sintiéndose culpable? La culpa aquí, es completamente desproporcionada.

En la situación de Amelia, parece ser que ella está confundiendo las acciones “reales” con los pensamientos. Estos no pueden causar males, no tienen efecto en el mundo. Aunque parezca absurdo, muchas veces sufrimos por lo que pensamos o imaginamos y además, ¿Cómo resolver algo que ni siquiera ha sucedido?  

Si nuestro caso es el de Esteban o Amelia o si nos sorprendemos experimentando intensos y desproporcionados sentimientos de culpa, no estaría mal buscar ayuda profesional. Como mencionaba Paul Gilbert (2009) la culpabilidad crónica puede afectar seriamente nuestra salud mental, así que más vale prevenir.

Referencias

  • Clark, A. (2012). Working with guilt and shame. Advances in Psychiatric Treatment, 18, 137-142. 
  • Gilbert, P. (2005). Compassion and cruelty: a biopsychosocial approach. En Compassion: conceptualisations, research and use in psychotherapy (pp. 9-74). Routledge. 
  • Gilbert, P. (2009). Introducing compassion-focused therapy. Advances in Psychiatric Treatment, 15, 199-208.
  • Zahn-Waxler, C. (1992). Development of concern for others. Developmental Psychology, 28, 126-136. 
  • Créditos imágenes: Foto de Personas creado por karlyukav – www.freepik.es y Foto de Negocios creado por pressfoto – www.freepik.es

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