Rear view of a group of diverse woman friends walking together

¿Cómo podemos ayudar?

Tiempo de lectura: 3 minutos

¿Estás orgulloso de ti mismo esta noche por haber insultado a un total extraño cuyas circunstancias no conoces?

Harper Lee, matar a un ruiseñor

Colombia es un país en el que la violencia no cesa. Se han tenido quizás épocas mucho más terribles y otras de aparente tranquilidad. Sin embargo, en nuestras maneras, formas de socialización, comunicación y vinculación, podemos vislumbrar esa marca tenue pero persistente de atentados contra la dignidad humana. Planteado así, el panorama parece desolador ¿Qué podemos hacer desde nuestras individualidades o pequeños colectivos? ¿Cómo aportar al cambio de un fenómeno que parece no tener fin? Nos sentimos como en Matrix cuando al pobre Neo se le revela que el no es ni el único ni el primero en intentar cambiar su destino.

A veces impulsados por esa necesidad de ayudar nos desvelamos pensando, sentimos angustia y si acaso nos aventuramos a echar una mano desde lo que sabemos hacer. Algunas personas, se unen a grupos con causas específicas, pero esto no es una opción para todo el mundo. Así que, nos encontramos con la sensación de no ser útiles, viendo a familiares, amigos y conciudadanos sufrir sin que logremos hacer nada.

¿Qué hacer más allá de lamentarse? la angustia que sentimos nos lleva a movilizarnos, a hacer algo para aliviar el dolor del otro. De modo que, no se trata de desconectar nuestras emociones, sentir indica que nos importa lo que pasa. Como mencioné al inicio, la violencia no se manifiesta únicamente en los grandes actos de barbarie, sino que está en nuestra cultura, en la forma como actuamos e interactuamos con los otros. La violencia es un fenómeno estructural y por lo tanto, para dejarla atrás es necesario una intervención en varios niveles. Allí es donde podemos comprometernos, en el nivel que nos corresponde directamente: el de nuestros comportamientos.

El primer paso es preguntarnos ¿Cuándo he sido una persona violenta? ¿En qué situaciones he maltratado a otros? ¿Qué acciones he llevado a cabo para reparar ese daño? Puede ser difícil reconocernos como personas que han causado dolor, pero al hacerlo, estaremos iniciando el cambio. Una vez identificadas estas situaciones, viene la tarea de estar atentas y atentos a nuestra conducta durante eventos similares. Por ejemplo, cuando conversamos sobre temas álgidos (política, religión, economía, entre tantos otros), antes de reaccionar como siempre hacemos, conviene detenernos, respirar y preguntarnos ¿Qué es lo que quiero lograr con mi respuesta? ¿Dar mi opinión? ¿Criticar al otro? ¿Herirlo?

Luego de tener una idea que tipo de conductas violentas o maltratadoras realizamos y en qué situaciones suelen aparecer, podemos comprometernos con pequeños cambios. Por supuesto, es un camino largo, de ensayo y error, pero que valdrá la pena. Algunas ideas para iniciar son:

  • Evitar decir algo cuando nos sentimos invadidos por la ira o por la urgencia de responder algo ofensivo. Podemos hacer uso de palabras neutras como: «la verdad no tengo mucha información sobre el tema», «no tengo una opinión formada acerca de esto» e incluso, si es algo que nos molesta, afirmar, «en este momento me gustaría que habláramos de otra cosa».
  • Revisar si esa «crítica constructiva» es realmente útil y necesaria: muchas veces tenemos opiniones sobre lo que las personas hacen mal y hasta tenemos soluciones o caminos que ellas deberían recorrer para hacer todo bien. A veces conviene guardarnos esa sabiduría y ofrecer apoyo, frases como: «parece que tienes ya una decisión tomada, cuenta conmigo si en algo te puedo ayudar», incluso, «pues no estoy muy de acuerdo, pero te apoyaré en lo que pueda».
  • Entonces ¿Cómo hablar sin ofender? practica en casa con alguien cercano, piensa qué es lo que quieres transmitir y escoge muy bien las palabras, el tono de la voz y los gestos. Recuerda que más allá de las diferencias, todos somos seres humanos y merecemos respeto y buen trato.
  • ¿Y cuándo son los otros quiénes maltratan? una de los retos más grandes es defenderse sin hacer daño. La salida más segura es evitar la confrontación, retirarse ¿para qué seguir escuchando palabras que nos hieren? es probable que la otra persona no esté pensando con cabeza fría. Antes que dejarnos provocar, podemos ponernos a salvo y cuando ya estemos tranquilos revisar con calma la situación. Incluso es útil conversar con alguien que nos conozca bien y decidir qué queremos hacer al respecto.

Construir nuevos hábitos y cambiar conductas que llevan con nosotros muchos años, y que además, están normalizadas en la cultura, no es tarea fácil. Por eso, conviene preparar nuestra tolerancia a la frustración, estar dispuestas y dispuestos a cometer errores, a pedir disculpas y a comprometernos de nuevo. Recordar que son tiempos difíciles y, como leí en alguna red social: «ser amables porque casi nadie la está pasando bien»

Referencias

Créditos de imagen: Foto de Mujer creado por rawpixel.com – www.freepik.es

Los comentarios están cerrados.