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La certeza

Tiempo de lectura: 2 minutos

“Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas”

José Ortega y Gasset

Con mucha frecuencia escuchamos hablar sobre la necesidad de saber la verdad. Y al tiempo que crecen los efectos de la desinformación, también lo hacen los llamados a encontrar fuentes en las cuales confiar plenamente. Esa idea es quizá un buen ejemplo de lo que Estanislao Zuleta llamó países de Cucaña.

Porque soñar con esa fuente infalible, es renunciar al esfuerzo por comprender. Esperar encontrar el portal, que nos ahorre el trabajo de acercarnos a la diferencia, a las perspectivas de los demás y su manera de entender el mundo, es la meta de cualquier tiranía. A veces pareciera que el aumento de los datos disponibles, nos hace creer que tenemos una opinión formada sobre cualquier cosa. Aunque resulte paradójico, en la sociedad de la información consideramos posible entenderlo todo en 5 minutos.

Necesitamos complejidad

Las mayores atrocidades de la historia, han sido realizadas en nombre de la verdad. Sus propietarios han reducido a cenizas a civilizaciones de herejes y organizado el genocidio de las razas inferiores. Y así como la clasificación de buenos y malos libros resulta problemática, por suponer una mirada única sobre el mundo, la verdad solo puede simplificar la diversidad de lo real. Y eso implica con demasiada frecuencia, exterminar lo que no se ajusta bien.

En los espacios de mediación muchas veces se justifican estas simplificaciones con la excusa de que son necesarias para que las personas comprendan. Así, se dejan de lado los elementos más complejos y problemáticos, para en su lugar entregar una versión precisa, simple, sin inconsistencias ni cabos sueltos, una certeza limpia y falsa.

Retomar la complejidad se convierte luego en un tremendo y doloroso desgarramiento. Basta por ejemplo pensar en cómo podemos comprender el conflicto colombiano, si crecimos creyendo que se trataba de una lucha entre bandos, donde bastaba identificar a los buenos. Necesitamos multiplicar las fuentes, escuchar más versiones, desconfiar profundamente de todos aquellos predicadores de la verdad, sin importar de donde vengan.

Nunca se insistirá suficiente sobre el papel de las historias para ayudarnos a pensar sobre los problemas, sobre todo aquellos que nos involucran de manera particular. Las narraciones son una manera indirecta de abordaje, nos ayudan a salvar las barreras que activamos cuando sentimos amenazadas nuestras certezas. Además, suelen dar espacio a una aproximación más empática.

Esta es al menos una de las razones por las que siempre ha sido tan difícil a las víctimas dar a conocer su historia. Su versión de los hechos agrieta la verdad de los vencedores, debilita las certezas. Por eso desde una narración, que no parece tener que ver conmigo sino con los otros, es posible retomar los matices, ver las zonas grises y aquellos elementos que no encajan con las ideas que dábamos por inamovibles. Solo entonces empezamos a comprender.

*Recientemente murió Raúl Carvajal, conocer su historia debería ayudarnos a pensar la nuestra.

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