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Distanciamiento y cognición social en los niños

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Casi un año después del inicio de la pandemia en nuestro país, conviene revisar las acciones que necesitamos promover, desde los diversos escenarios de mediación cultural, para reducir al máximo los efectos negativos producidos por la disminución de las oportunidades de interacción social, especialmente sobre la población más joven. Como afirmé en una publicación anterior, se trata de un problema de salud pública que reclama no solo nuestra atención, sino también la acción decidida de las instituciones del Estado, para orientar a la ciudadanía a partir de la mejor información disponible.

El insustituible contacto social

Existe una base científica suficientemente sólida respecto al papel insustituible del contacto humano para el desarrollo cognitivo y emocional (Cerlalc & L’Ecuyer, 2019; Walsh et al., 2018), así como un interés creciente por garantizar que los niños puedan interactuar de forma permanente con otras personas, sobre todo cuando diferentes factores han hecho de esto casi que un lujo.

Recientemente, un artículo llamaba la atención sobre los efectos de las interacciones sociales reducidas entre los niños, e incluso señalaba la existencia de estudios que mostraban una disminución de la cognición social entre adultos, quienes experimentaban una merma de los sentimientos positivos, lo que afectaba su conexión social. Naturalmente, el efecto es más grave en aquellos con relaciones sociales pobres. 

En el caso particular de los niños, la cognición social es clave para el desarrollo de actividades como el juego y la interacción con otros; además tiene un impacto positivo sobre el desarrollo del lenguaje, el manejo de las emociones, la empatía y la autorregulación. Por consiguiente, la reducción de las oportunidades de contacto humano serán siempre una grave pérdida para el niño, que no podrá ser compensada con espacios digitales; así parece estar demostrado en los estudios sobre el efecto de déficit de video.

Un problema de salud pública

A pesar de la relevancia de la situación, estos meses parecen no haber sido suficientes para que Estados como el nuestro impulsen políticas que garanticen la protección y el bienestar de los niños. Sorprende además la escasez de materiales orientados a presentar estrategias que puedan utilizarse en los hogares del país para enriquecer las interacciones entre los miembros de las familias.  Si bien hay iniciativas como Mis manos también te enseñan, se trata mas de una recopilación de materiales diversos, que de una guía o una propuesta formativa para padres.

La ausencia de una política consistente en este campo hace más relevante el trabajo de los mediadores que, por diferentes vías, tienen contacto con las familias. Es importante que desde su labor se impulsen los espacios de juego, lectura, conversación y todos aquellos que fomenten la interacción. De manera simultánea, debe promoverse entre los adultos una reflexión sobre la presencia de los dispositivos tecnológicos en el hogar y la necesidad de regular su uso para garantizar que los padres puedan ser modelos de manejo responsable de las tecnologías, así como factores de integración y encuentro.

En cada familia la pandemia ha tenido efectos diferentes, y así como en muchos casos estos meses han permitido que compartamos mucho más tiempo juntos, en otros es necesario ayudar a los padres y cuidadores a utilizar, en la medida de las posibilidades de cada hogar, estos nuevos espacios de manera provechosa para la familia. No se trata solo de diseñar actividades en plataformas virtuales, que descarguen del cuidado de los niños, también hay que pensar en cómo proponer ideas o metodologías que integren a los adultos, y les permitan a los niños y niñas disfrutar del contacto humano de calidad que su desarrollo exige.

Algunas recomendaciones

En los hogares hay muchas cosas que pueden hacerse para fortalecer la calidad de las interacciones y reducir los efectos negativos producidos por la disminución de las oportunidades de interacción social, estas son solo algunas recomendaciones que pueden ser de utilidad.

  • Recordemos que las actividades en pantalla no son suficientes, el cerebro de los niños no solo requiere de estímulos visuales y auditivos.
  • Promovamos en tanto sea posible, la interacción del niño con otros, estas son fundamentales para su desarrollo.
  • Aprovechemos cualquier oportunidad para que el niño tenga actividad física. Unos minutos de ejercicio diario pueden ser benéficos también para los adultos, además de ser un espacio de interacción que fortalece su relación.
  • Busquemos espacios para leer con los niños, un buen texto puede ser útil para impulsar la conversación y favorecer el desarrollo del lenguaje. Además, las historias contribuyen al desarrollo de la empatía al tiempo que permiten incorporar las habilidades para hablar de sus emociones mientras establecen contacto con aquellas que encuentran en la ficción.
  • Establezcamos tiempos libres de dispositivos tecnológicos; puede ser, por ejemplo, el momento de las comidas, y usémoslos para dialogar con los miembros de la familia.
  • Fomentemos hábitos saludables de sueño
  • No tratemos de establecer una agenda exhaustiva de actividades para ocupar el tiempo del niño recordemos que ellos también necesitan momentos de silencio, soledad, aburrimiento, etc.

Referencias

Cerlalc, & L’Ecuyer, C. (2019). El uso de las tecnologías digitales en la primera infancia: entre eslóganes y recomendaciones pediátricas. 90. https://cerlalc.org/wp-content/uploads/2019/04/Dosier-Lectura-digital-_-VF3.pdf

Walsh, J. J., Barnes, J. D., Cameron, J. D., Goldfield, G. S., Chaput, J.-P., Gunnell, K. E., Ledoux, A.-A., Zemek, R. L., & Tremblay, M. S. (2018). Associations between 24 hour movement behaviours and global cognition in US children: a cross-sectional observational study. The Lancet. Child & Adolescent Health, 2(11), 783–791. https://doi.org/10.1016/S2352-4642(18)30278-5

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